Lamentaciones absurdas

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        Inanimado como una piedra persigo las ilusiones perdidas (como una piedra, inanimado, estas ilusiones pasan de largo). En ocasiones puedo llegar a acariciarlas pero, ¡zas!, se escurren de entre mis dedos y vuelven a desaparecer. Son las líneas que se desdibujan del paisaje que no sabes muy bien dónde lo has visto antes. Ya los años mezclan informaciones pero curiosamente, los recuerdos más nítidos son los de la niñez: pero se escurren… Es inevitable el pensamiento de qué hubiese sucedido si no hubiéramos dejado pasar de largo una de estas ilusiones (lamentaciones absurdas). Incluso de poder rescatarlas, nada será igual a lo que hubiese sucedido en el instante oportuno, que “veinte años no es nada” como dicta el tango, no nos engañemos, no podremos tomarlo al pie de la letra.
        Ilusiones perdidas… ¿Quién no ha visto alguna vez pasar el tren de largo, correr y no alcanzarlo? ¿O ver zarpar al barco en el cual ya no podremos montar jamás porque ya estará herrumbroso y medio hundido? Pero sigamos con el tango: “Tengo miedo del encuentro con el pasado que vuelve a enfrentarse con mi vida”. Esta discordancia o confrontamiento son reales. Queremos pero no nos atrevemos. Finalmente la balanza se decanta por una de las opciones, pero el tren ya ha pasado. ¿El destino?, yo no creo en él; cada uno labramos el nuestro como hace el orfebre con sus metales preciosos. Mi conclusión, no lamentarnos y estar en un futuro al menos media hora antes en la estación.

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